Antonio Rubio

Mis primeros recuerdos en torno a la música y , en concreto, de la guitarra, me llevan a mi padre. Tendría yo unos 7 años cuando aquellos acordes de los fandangos extremeños de su tierra empezaron a captar mi atención. Y, pronto, tuve claro que yo quería tocar y adentrarme en ese complejo universo llamado flamenco.

Y , así, fui pasando mi infancia, aprendiendo las nociones básicas del flamenco, tanto de mi padre como de unas clases que se impartían, entonces, en la asociación del barrio.

Ya en la adolescencia; influenciado por mi hermano mayor, dejé de lado el flamenco para comenzar a escuchar desde el rock de Metallica hasta el heavy de Iron Maiden; y como suele ocurrir al entrar en este rollo, me entró el pellizco de la guitarra eléctrica. Dejé, entonces, los fandangos para versionar los grandes himnos de aquellos grupos.

Pero, cuando el flamenco te agarra ya no te suelta, y tres años más tarde, después de escuchar el disco “Potro de rabia y miel” de Camarón, volví a desempolvar la guitarra flamenca. Aquellas guitarras de Paco de Lucía y Tomatito sonaban demasiado bien. Comencé a estudiar la técnica para el toque de bulerías, tangos y alegrías.

Me apunté por poco tiempo a la escuela Almoraima, donde tomé mi primer contacto con la soleá, madre de todos los palos.

Con todo ésto, de forma autodidacta, y siempre más enfocado al disfrute que te proporciona el hecho de versionar, comencé a sacarme todas las falsetas que me interesaban; convirtiéndome en un guitarrista de calle.

De 2005 a 2012 formé parte de varias formaciones con las que entré en un rollo más flamenco comercial, aunque nunca del todo alejado de lo puro. Grupos como “Los sin nombre”, “Retórica y “Cambayá” con los que sobre todo rendíamos tributo a “Los Delincuentes”. Yo, como primer guitarra flamenco.

Fue una época efímera en la música en el sentido de no llegar a profundizar en ella de una forma plena.

Ya en 2013, cuando conozco a mi pareja actual, músico de formación académica, ocurren uno de los grandes descubrimientos de mi vida. De los que marcan un antes y un después: el rock progresivo.

De la noche a la mañana comienzo a oír de manera consecutiva discos de Pink Floyd, King Crimson y grupos que hasta ahora no había escuchado de una manera consciente: Led Zeppelin, Deep Purple, The Doors, el Santana de los 70.

A principios de este año, unos amigos con los que solía parar para tomar cervezas en el bareto de siempre, me hablan de colaborar con su grupo: Sweet Hole. Un grupo de rock progresivo. Llevaban años tocando; pero lo que no conocía de ellos era su faceta de versiones de King Crimson. Se trataba de una colaboración con el tema Roundabout, de Yes. Entré a formar parte por un ratito en un mundo totalmente desconocido.

En principio fue algo puntual,

En 2015 formo con mi pareja un dúo flamenco, guitarra y voz, con el que homenajeamos a los trianeros Lole y Manuel y algunas que otras versiones de Pata Negra o Manzanita. También tengo que destacar como, casi sin quererlo, entré de una forma, al principio pasiva en el Jazz: Miles Davis, John Coltrane y guitarristas como Joe Pass o Kurt Rosenwinkel; aunque no sea precisamente mi estilo sí que me han hecho visualizar que existe una ciencia llamada armonía que también está en el flamenco.

Vuelvo a tomar contacto con Sweet Hole, que comienzan a requerir más mi guitarra. Además de Yes, amplío con ellos el repertorio tocando temas de Triana y King Crimson. En la grabación de su siguiente disco ya hay un sitio para la guitarra flamenca. Y en 2016 empiezo junto a ellos la grabación del tercer album de la banda: The First Of The Last Days, aportando nuevos aires al grupo.

Con todo ésto, paso de interesarme únicamente por la técnica del instrumento, a interesarme por la armonía del flamenco. Es el rock progresivo lo que verdaderamente me ha hecho ver que existe un mundo de posibilidades llamado armonía. Y es en ese punto en el que me encuentro.

Hoy por hoy paso mis días entre rock, jazz y por encima de todo : Flamenco.

Francisco Roldán

 

 

Francisco Roldán nació en Sevilla a finales de 1979 (la misma fecha de lanzamiento de “The Wall” de Pink Floyd ¿Coincidencia? Seguramente) y todavía no se ha muerto. Desde muy pequeño se empezó a interesar por la música, prefiriendo los teclados a la guitarra porque, según sus propias palabras “no había que poner los dedos en posiciones tan incómodas”, aunque al final tiene que admitir que su instrumento principal es la voz. Después de pasar por grupos tan variados como PK2 (“si es que ensayar en casa de un colega se puede considerar un grupo”), Bitácoras o el combo de Rock Progresivo Grial, Francisco ya cantó con Sweet Hole en 2017 versiones tan legendarias como «Dancing With The Moonlit Knight» y «Firth Of Fifth» de Genesis,y se integró en Sweet Hole en verano de 2020 (¿Qué mejor año?) para poner al servicio de la banda sus mejores habilidades. Y también las musicales. Cuando las pandemias se lo permiten sigue cantando con Rock’n’Roll Suicide, banda de versiones de David Bowie. 

Carlos Durán

carlos

Nací un 11 de noviembre de 1982, y, por lo que me cuentan, nací al revés. Quién sabe si eso influiría en mi manera de ver las cosas, el mundo y la música.

Desde pequeño me gustaban películas de ciencia ficción, e incluso era frecuente que consumiera algunas películas de terror de los 70-80. Subconscientemente una de las cosas que más me gustaban eran las canciones; creo que de manera insconciente me di cuenta de como la música influía en el clima en la atmósfera, en los sentimientos, en la epicidad de cada momento. Llegó un momento en que, después de pasar por la guitarra cuando era un crío, decidí entrar en la música cuando con mi hermano Miguel empezabamos a descubrir el Rock. Sin embargo, la primera vez que ví al fallecido bajista de Metallica, Cliff Burton, se me rompieron todos los esquemas, ¿con el bajo se podía hacer eso?. Entonces me olvidé de la guitarra, no porque se me diera mal, de hecho aún la toco, pero comprendí que quería entrar en el mundo de las 4 cuerdas y conseguir algo diferente.

Me dediqué en cuerpo y alma al bajo en mis años de instituto, y en la época en la que falleció mi padre me encerré en él, llegando a dedicar incluso 10 horas al día, autorecluyéndome de manera voluntaria, como si hubiera perdido el tiempo durante años, como si hubiera empezado tarde…

Mi interés especialmente radicaba en tocar el bajo de una manera no convencional, no quería ser un bajista que se escondiese. Navegando para encontrar bajistas especiales que no se escondieran detrás de una banda me di cuenta de que había una lista interminable, y que cada cual hacía un tipo de música diferente, jazz, funky, metal y heavy ; me encantan Marcus Miller, Victor Wooten, Billy Sheehan o al Grandioso Jaco Pastorius…. de repente me iba a encontrar de frente con el Rock Progresivo, y el grupo puente iba a ser una de mis bandas favoritas, Tool. Ya no sólo era una manera diferente de ver el bajo, era una manera diferente de entender la música, la estructura de composición, los roles de cada instrumento… desde ahí volví a los Queen y Pink Floyd que mi hermano Dani me ponía en la infancia, y desde ahí King Crimson, Camel, Yes y compañía irrumpieron con fuerza en mi vida, y ya nada fue igual.

Aparte de tocar desde la infancia con mi hermano Miguel, ya había empezado a compartir música con David Alejo (fue quien me mostró Tool) y un verano decidimos ponernos con estandares de jazz para pasar un verano tocando en diferentes pueblos y ciudades andaluzas, un experimento muy interesante y divertido que empezamos también con otro amigo, Ignacio Nuñez, quien, paradojas de la vida, estaba al principio en la formación del proto- Sweet Hole, sin embargo la abandonaría a la vuelta de aquel verano, por motivos personales y de estudios.

Al volver de aquel verano jazzero, mi hermano Miguel me presenta a un compañero suyo de instituto, Eduardo López. En esos años, Miguel y yo habíamos dejado de tocar juntos y teniamos proyectos diferentes, pero ahora me proponían formar una banda en condiciones con ellos. Aún no habíamos esbozado de qué estilo sería, pero Edu además de disfrutar con la misma música que nosotros, nos ponía con muchísimo esmero canciones de sus grupos prog favoritos. Acepté.

La banda va dando pequeños pasos, pero seguros, y Sweet Hole debuta en Casas Viejas, con la formación de Edu López a la batería, Miguel a la guitarra, Javier Barrantes en los teclados, Javier Carrasco a las voces y yo en el bajo. A partir de ahí el grupo entra es un proceso creativo pero también pedagógico y cognitivo, puesto que ese barco era también una escuela, en las que desarrollar tanto nuestra habilidad con nuestro instrumento como desarrollar nuestro oído, afilar nuestra expresividad, gusto e inteligencia musical. Javier Barrantes dejó Sweet Hole en 2009 para ser sutituido por David Alejo, aunque posteriormente en 2011 y 2012, colabora con nosotros en los conciertos homenaje a Edu. Elegimos, y me considero con gran parte de peso, en este aspecto, a David Carrasco para ocupar el sitio de Edu entre una lista de conocidos y de baterías, y gracias a esa elección Sweet Hole sigue siendo ese mismo barco que zarpó en 2004, con la misma ilusión pero con la ventaja de la experiencia.